Venus recreándose en la música
Venus melómana.
Venus sirve de musa a un organista, que parece más preocupado por la reacción de la diosa que a darle a las teclas. Ella, por su parte, parece más interesada en jugar con su perrito que en la canción que le está tocando el músico. El juego de miradas, la cortina roja, los pavos reales… todo está lleno de frivolidad y sensualidad, aunque seguramente se trata de una alegoría de la belleza (que tanto entra por los ojos como por los oídos). O quizás una alegoría de la música, o incluso una alegoría de los sentidos. Sea o no alegórica, no se puede obviar el evidente atractivo erótico de esta pintura.
Tiziano se permite también colocar un paisaje de fondo, en este caso una avenida de árboles y una fuente, por lo que asumimos que son los jardines de algún palacio, y a juzgar por su espada, el organista es un noble. El cielo está cubierto de nubes, lo que nos hace pensar que a lo mejor el tío no toca tan bien.
Este tema de Venus con un músico lo tocó Tiziano varias veces. Suponemos que le debía gustar bastante, y entre Venus y Dánaes en pelotas, acompañadas de músicos o criadas, tiene unas cuantas en su currículum. Lo cierto es que esta iconografía de la Venus recostada sería imitada y genialmente reinterpretada varias veces después, de Manet a Goya.