Vicios y virtudes
Pintura revolucionaria, gran bisagra al Renacimiento.
Será el gran Giotto di Bondone el artista que rompa definitivamente con la maniera greca todavía imperante en el arte de la Italia del siglo XIV. Su arte revolucionario, se caracterizó por una preocupación nunca antes vista por los espacios, el volumen y la luz, pero sobretodo, por una impactante insistencia en el naturalismo de las expresiones y los comportamientos de sus personajes.
Fue Giotto el primer creador italiano en superar las tendencias bizantinas de la pintura de su tiempo, empujando el arte hacia nuevos caminos que desembocarían en la gran revolución artística del Renacimiento.
Un elemento innovador de su arte fue el estudio anatómico de los personajes, con una preocupación por la figura que les aporta corporeidad y la manifestación del estado anímico mediante gestos y expresiones.
La Capilla Scrovegni, obra maestra de Giotto, supone el mayor ejemplo de la humanización de las escenas religiosas y de un arte poco idealista, con un dramatismo y expresividad del que no había precedentes hasta entonces.
Como se sabe, se trata de un ciclo pictórico con temas del Juicio Final, la Anunciación y escenas de la vida de la Virgen María y de la Pasión de Cristo. El conjunto de frescos se extiende en la parte inferior de las paredes, con un friso de 14 figuras alegóricas que quizá sean, desde el punto de vista expresivo, las más interesantes del conjunto: la «Representación de los vicios y de las virtudes».
Para dividir cada una de las alegorías, Giotto pinta imitaciones de mármol, haciendo además uso de la grisalla, la técnica resulta ser una absoluta novedad en aquel tiempo, una inspiración en los pintores clásicos de Roma y que estaba en desuso desde hacía siglos.
De acuerdo con la finalidad doctrinal y filosófica de muchos conjuntos decorativos de los siglos XIII y XIV, considerados con frecuencia como grandes textos didácticos figurados, el ciclo de Padua es una representación gráfica de los valores católicos por excelencia y el destino del pecador.
De entre los cuatro vicios llaman especialmente la atención: la inconstancia, la ira, la envidia y la desesperación. La inconstancia sugiere incoherencia y ligereza, la ira es una referencia a la locura, la envidia es representada como una mujer anciana, una bruja y la desesperación es una mujer ahorcada arponeada por el diablo.
Sus siluetas superan la cuadratura del marco adquiriendo volumen y un movimiento absolutamente revolucionario, algo impensable en el momento. Las expresiones de los personajes son especialmente llamativas por el acento que el artista pone en el vigor del gesto y el dramatismo, detengámonos por ejemplo en la figura femenina de la desesperación que aparece ahorcada, con las manos trágicamente contraídas en el espasmo doloroso de una muerte violenta, sin duda esta expresividad, dotan al conjunto alegórico de una gran elocuencia y emoción.
Los gestos solemnes de estas alegorías son capaces de superar el espacio que las circunda animando las escenas con una emotividad intrincada al espíritu humano que el arte no conocía hasta entonces.
Por la atención al detalle, la inmediatez y la reflexión psicológica que anima las figuras nos encontramos frente una pintura revolucionaria e innovadora, un momento que sirvió de gran bisagra al Renacimiento. Giotto había dado definitivamente la espalda al Medioevo.