Vista del jardín de la Villa Medici de Roma con la estatua de Ariadna
Un experimento pictórico de Velázquez.
En esta representación de uno de los espacios del jardín de la Villa Medici de Roma tenemos, quizá, uno de los primeros paisajes en sí mismos de la historia de la pintura occidental. Velázquez, junto a otros artistas como Nicolas Poussin y Claudio de Lorena (afincados en Roma a finales de los años 20 del siglo XVII, época en la que nuestro sevillano pintaba esta obra), desarrollaban lo que se denomina como paisaje clasicista.
El género paisajístico pasaba así de ser un tema pictórico secundario, que enmarcaba las escenas, a ser digno de protagonizar, por sí mismo, las obras artísticas. En este caso, Velázquez nos representa una zona del jardín de la Villa Medici, lugar donde se instaló durante su primer viaje a Roma, en la que vemos una serliana, estructura arquitectónica bajo la que se observa la silueta de la Ariadna dormida. De esta escultura clásica de gran fama Velázquez se trajo una copia tras su segundo viaje a la capital italiana.
Pero quizá lo más destacado de esta pintura (igual que de su hermana, Vista del jardín de la Villa Medici en Roma, también en el Museo del Prado), es la técnica utilizada por Velázquez: pincelada suelta, deshecha, a base de manchas de pintura, que recuerda mucho a la que utilizarán los impresionistas varios siglo después y que le hará un ejemplo a seguir para los pintores del XIX. Esto, junto a la importancia que imprime Velázquez a la luz en estas obras, y a la realización de las mismas al aire libre, hace que el artista andaluz consiga captar el momento, otra de las inquietudes que le unirá a los impresionistas.
Vista del jardín de la Villa Medici de Roma con la estatua de Ariadna supone un experimento pictórico de Velázquez en cuanto a la técnica, la luz y el paisaje, y una de las obras más aclamadas por sus compañeros pintores siglos después.