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La belleza del Apocalipsis.
Un realista, eso era Beksinski, aunque nunca copió directamente de la naturaleza. Era verosímil en su irrealidad, como en los sueños. Para Beksinski un cuadro es algo muy alejado de la realidad… Es más bien una realidad imaginaria.
Lo único que pretendía Beksinski era pintar cuadros hermosos, y desde luego lo consigue, aunque retraten tan claramente la muerte y la destrucción. Sus escenas pueden recordar a lo que podría ser un holocausto nuclear, con nubes radiactivas, y atmósferas contaminadas, sin embargo Beksinski no quería mostrar ningún tipo de simbolismo, ni narración, ni mensaje ideológico.
Detesto la expresión: «esto significa…». Lo pintado no debe ser más que lo que se ve. «Nada» debería traer nada a la mente.
Aunque que no fuera su intención, no significa que no sean inevitables ciertas asociaciones al mirar sus cuadros. Es evidente que se contaminan de mensajes sobre la paz, medio ambiente y el futuro incierto de la humanidad, pero cuando llevas un tiempo mirándolos, te das cuenta de la gran belleza que hay en ellos.
Nos permite una mirada fascinante al Apocalipsis, y si tenemos el coraje de adentrarnos en las profundidades de la existencia y del terror, encontraremos imágenes de Plenitud y Vacío.