Bestia
“No pienso en el arte cuando estoy trabajando, trato de pensar en la vida”.
Imaginaos a un chaval de unos 17 años por las calles de Nueva York haciendo grafitis a todo trapo a finales de los años 70.
Imaginaos a ese mismo chaval plasmando esos mismos grafitis en lienzos y vendiéndolos por miles de dólares pocos años más tarde.
Jean-Michel Basquiat hubiese sido una más de todas esas almas libres y salvajes que pululan por la gran urbe norteamericana si no fuera por su especial talento para deformar la realidad con simples trazos.
Hay quien dice que su trabajo está sobrevalorado y que la extensa obra de SAMO (apodo con el que, en sus orígenes, firmaba los grafitis en los vagones de metro y en las calles de Brooklyn) es vulgar.
Basquiat plasmaba la vida tal y como la veía. Lo que le hacía sufrir y lo que le generaba felicidad, sus ambiciones, sus tormentos (la mayoría de las veces producidos por excesos) y sus momentos de gloria.
Aquí tenemos un claro ejemplo de su rebeldía, pero, sobre todo, de su espíritu reivindicativo. Esta obra, Beast (Bestia), que curiosamente está formada por una máscara pintada de negro que, podríamos presuponer, es su autorretrato (fijaos en la silueta con sus características rastas), y que representa, con unos dientes desmesurados y apretados, y con unos ojos muy abiertos hasta el punto de salirse de las orbitas, el enfado, la disconformidad de su propia realidad y su cólera hacia el racismo.
El racismo fue un tema a tratar en muchas de sus obras.
A pesar que desde muy joven fantaseaba con la idea de hacerse famoso como algunos de sus «héroes» (él los denominaba así) como Charlie Parker o Jimi Hendrix, al decir disconformidad de su propia realidad nos referimos a que Basquiat lucho consigo mismo al creerse un «vendido» por entrar en la vorágine de la fama y convertirse en un artista rodeado de lujo y celebrities (archiconocida fue su amistad con Andy Warhol y su relación con Madonna). Consideraba que su arte había perdido la verdadera esencia de reivindicación y protesta, ya que había sucumbido a todo aquello que amaba pero también rechazaba cuando era un desconocido grafitero.
En sus obras, Jean Michel Basquiat muestra también al público sus fuentes de inspiración, todas estas tan variadas como la cultura haitiana y africana (su padre era originario de Haití), la cultura griega y romana, el pop art y el comic, entre otras.
¿SAMO es o no un artista sobrevalorado? Puede que las cuantiosas cifras que se pagan por muchas de sus obras contesten a esta pregunta.
¿Es o no vulgar? Pues solo diremos que su obra sigue siendo una de las más perseguidas, imitadas y admiradas de los artistas de renombre de las últimas décadas del siglo XX, sirviendo de inspiración aun hoy en día a creativos de medio mundo.
Pero como todo en la vida, que cada cual juzgue bajo su propio criterio.