Aníbal
Me encanta que los planes salgan bien.
En esos años, Basquiat pasa de la calle al estudio y ya recibe los primeros éxitos que lo ascienden rápidamente al estrellato. Espontáneo e inmediato como un graffitti, el estilo del primer Basquiat ya incluye su característico vocabulario y simbolismo, que pretende mezclar un ecléctico y eléctrico crisol de culturas similar al Nueva York de principios de los años 80.
Marcas, caligrafías y señales (incluida su famosa corona) adornan por doquier este pseudo-lienzo, un soporte atado de forma primitiva que de algún modo casa la pintura con la escultura.
Como un estandarte ceremonial llevado a la guerra, una suma cacofónica de reciclaje de materiales, Basquiat va acumulando sobre un fondo anaranjado todas esas referencias visuales y textuales que, al parecer por el título, evocan al legendario y sanguinario general cartaginés Aníbal, representado por grandes nombres de la historia del arte.
Palabras y símbolos se superponen y se borran unos a otros, se tachan, se mezclan se señalan con flechas, se subrayan… pero destaca sobre los demás elementos ese cráneo vibrante, también muy presente en la obra del artista, y que podemos asociar con el primitivismo del arte africano que abrazaron las primeras vanguardias históricas de principios del siglo XX.
Además tengamos en cuenta que Basquiat era negro. Un negrata muy consciente de serlo. Tan africano como Aníbal.