Bodegón con cacharros
Zurbarán quería copiar la naturaleza con sus volúmenes a toda costa.
Sencilla pero maravillosa composición con cuatro simples objetos cotidianos sobre una repisa.
Tres recipientes de alfarería sevillana y tres piezas de metal: sólo eso era suficiente para que Zurbarán sacara sus pinceles y comezara un cuadro por el simple goce de recrear la cruda realidad, recreandose en la pura técnica pictórica, las texturas y el goce estético. Zurbarán era uno de esos pintores barrocos para los que el naturalismo era la más elevada forma de arte.
El fondo del cuadro es negro, al estilo de su gran ídolo Caravaggio, y los volúmenes de los objetos sobresalen a la luz con una bellísima solidez, casi como objetos religiosos aunque sean pequeñas cosas cotidianas, representando a la perfección los materiales de los que estás hechos.
Ese esfuerzo, esa ternura con la que trata el pintor sus bodegones se podría calificar de misticismo rústico, con cuatro piezas alineadas perfectamente sobre un plano. Son objetos individualizados, autónomos unos de los otros, buscando ante todo el equilibrio de las formas y las tonalidades, y casi desdeñando la perspectiva o el protagonismo de su paleta, que como podemos observar es austera y oscura.
Es un ejemplo de bodegón español, que destaca por su austeridad frente a la opulencia de los bodegones flamencos.