Autorretrato con el ojo arrancado
De sobra es sabida la obsesión de los surrealistas por los ojos, pero nada llega a este nivel.
A principios de los años 30, Brauner desarrolló en su pintura, y sin motivo aparente, una extraña obsesión por los ojos, en concreto por los ojos heridos. Este tema aparece reproducido una y otra vez en muchas de sus pinturas de esos años, como es el caso de esta.
En ella vemos al autor con el ojo enucleado, como si se derritiera. Un retrato frente al espejo que Brauner quiso pintar tuerto, a saber porqué.
Evidentemente este cuadro sigue impactando hoy al observador, ya sea por la fuerza expresiva de la mirada o por la grimosa deformidad oftalmológica.
Pero lo realmente impactante fue que en 1938, siete años después de realizar esta escalofriante pintura, esta se convirtió en realidad.
Una noche se produjo la típica pelea entre pintores borrachos en Montparnasse, nada inusual desde luego, pero Brauner andaba por ahí y un vaso de cristal lanzado por su colega Oscar Domínguez impactó en la cara del rumano destrozándole un ojo. El mismo ojo que el artista había representado en este autorretrato. Incluso la herida era idéntica.
¿Azar…? ¿Premonición…? Quién sabe…
Evidentemente los surrealistas quedaron fascinados por el incidente y Brauner acabaría aceptando su destino: El ojo cíclope, se convirtió en un elemento dominante en sus obras.
«Mi pintura es autobiográfica, cuenta la historia de mi vida», decía Brauner. Lo realmente extraño es que contara la vida futura…