Cuatro habitaciones
El pintor de las habitaciones vacías.
Interiores de su propia casa, con o sin figura femenina. Ese era el arte que le gustaba expresar a Vilhelm Hammershøi.
Silencio, paz y una luz que transmite ambas cosas. ¿Qué más hay que decir? ¿Que cosas más fascinante puede haber que el misterio que se esconde en lo cotidiano…?
Y cuando una habitación está vacía… Peor aún, cuatro… ¿No es acaso más sugerente, más poética, más hermosa? Nos quedamos mirando un cuadro así, abstracto, por así decirlo, aún siendo plenamente figurativo, y pensamos que el artista nos quiere decir algo importante, algo bellísimo, algo urgente.
La casa del matrimonio de Vilhelm e Ida Ilsted (el 30 de la calle Strandgade de København, Copenhague) fue la verdadera musa del artista, el motivo central de su obra. Esa luz nórdica que era casi más patente que la propia habitación, esas puertas blancas con rectángulos fueron suficientes para que un artista tan inclasificable Hammershøi llenara toda una carrera representándola una y otra vez.
El pintor debió pensar que el silencio, la soledad, la belleza quizás sería mayores por cuadriplicado. Hammershøi se tomó el tiempo de pintar estas cuatro habitaciones interconectadas absolutamente vacías, transmitiendo, pese a la paz, una enorme tensión. Eso es quizás debido a la ausencia. Falta algo, y esperando a que aparezca vamos cambiando nosotros, mientras la obra permanece flotando en la quietud inmutable del lienzo.