Interior con Ida en una silla blanca
El Vermeer oscuro.
Hammershøi pintó cientos de cuadros de interiores, muchos de los cuales son habitaciones de su casa de Strandgade 30 en Copenhague.
Ese lugar tenía una luz, una estética que debía inspirar al artista, pues no dejaba de plasmar esas habitaciones silenciosas una y otra vez. A veces metía gente (casi siempre de espaldas), por lo general a su esposa Ida y un par de muebles que se repiten en su obra (esa silla blanca sale en muchos de sus cuadros).
El pintor movía los muebles para cada cuadro, y estos creaban sus composiciones con motivos geométricos, estructurando el espacio a su gusto.
El brillo de los muebles, la luz enrarecida incidiendo en el hogar, el silencio, la introspección dan un tono poético a estas pinturas, aunque a veces lo que trasmite es todo lo contrario: misterio, melancolía, inquietud… Algo que sólo podría transmitir un pintor simbolista.
«Interior con Ida en una silla blanca» resume la capacidad notable de Hammershøi para capturar sensaciones de atemporalidad y soledad introspectiva. Son paisajes interiores, donde «la luz es el tema principal… y que la luz es la débil luz de invierno danesa, una luz del tiempo gris sin color, calor o alegría, aunque tan rica en matices… Hay una luz que se derrama sobre el lienzo y define el espacio…».
Una luz y un silencio que recuerdan a un Vermeer mucho más melancólico, más nórdico, por así decirlo.