Dánae
Reflejo dorado.
La Dánae de Rembrandt no tiene nada que ver con las Dánaes pintadas antes y después de él. Alejándose de todo mito e idealización, el artista barroco nos muestra una mujer de verdad, real, terrenal… Dánae no es perfecta ni falta que hace. El cuadro sí lo es (y muy grande, por cierto). Ya es raro que en el arte holandés aparezca un desnudo de semejante tamaño… quizás por eso Rembrandt tuvo serias dificultades para venderlo.
Efectivamente, Dánae está desnuda sobre su cama entre mullidas almohadas. Un desnudo sensual y cárnico. Un desnudo a medio desnudar, ya que Dánae conserva pulseras, diademas y abalorios…
Levanta la mano. Alguien acaba de entrar en la habitación… Su criada se esconde tras unas cortinas. Ambas miran hacia afuera del cuadro, suponemos que Zeus acaba de hacer acto de presencia para hacer su mítica ducha de lluvia dorada. Un reflejo de oro parece bañar toda la estancia.
Hay quien dice que la modelo original fue Saskia, la esposa del artista. También hay quien dice que más tarde Rembrandt cambió el rostro de Dánae por el de su amante Geertje Dircx. Lo cierto es que Rembrandt desde siempre utilizó a sus amantes como modelos: Saskia, Geertje, Hendrickje Stoffels hacían continuamente de Dánaes, Susanas o Betsabés.
El cuadro fue gravemente dañado en 1985 por un enfermo, pero gracias los profesionales de la restauración ha sido recuperado.