Buey Desollado
El artista pinta uno de los pocos bodegones de su producción,
Ejemplo de la etapa de madurez de Rembrandt, justo antes de su bancarrota, en la que perdió todas sus posesiones.
El artista pinta uno de los pocos bodegones de su producción, aunque este buey desollado tiene una personalidad arrolladora: el cuadro parece casi un retrato.
Aunque sin duda esta obra es también una escena de género. Fijaos sino en la figura femenina que atisba al fondo. Eso es algo típico del barroco de Holanda, tanto mostrar a trabajadoras del hogar en escenas costumbristas (ver por ejemplo Veermer y su “lechera”) como alimentos en forma de memento mori, aunque aquí a Rembrandt se le va la mano con la crudeza de la carne.
La factura técnica es escalofriante, como no podía ser de otra manera en un artista de este nivel. Se llegó a decir que es “uno de los estudios más crudos de la realidad que jamás se haya efectuado por medios pictóricos” (L. Monreal).
Las pinceladas gruesas y violentas, que contienen incluso grumos de óleo, son tan sueltas que anticipan el expresionismo, y artistas posteriores quedarían fascinados por esta obra, desde Daumier a Bacon.