Rembrandt: Autorretrato
El mejor selfie de la historia del arte.
Pocos artistas se hicieron más selfies que Rembrandt van Rijn, lo que nos hace pensar que, o bien no tenía clientes que retratar aparte de sí mismo (cierto al principio, aunque después si algo le sobraba era clientes… y talento), o bien que el artista tenía un ego bastante marcado.
Artistas con ego… ya era lo último que nos faltaba por ver…
Quizás su gusto por el autorretrato se deba a una o a estas dos cosas, y quizás también por que Rembrandt quería explorar un poco este género del que no cabe duda de que pasaría a la historia como uno de sus mejores referentes.
El caso es que gracias a estos selfies, podemos hacernos una idea de la evolución física del artista a través de los años: del joven con talento al viejo de vuelta de todo, todos ellos con una enorme profundidad psicológica.
Este es uno de sus mejores trabajos en este género. Un autorretrato en el que Rembrandt realiza ese extraño gesto, mirándonos directamente. No queda claro lo que quiere decirnos: ¿burla? ¿sorpresa? ¿nos lanza un besito…?
Quizás el acto ridículo de salir uno mismo en casi todas las imágenes poniendo morritos ya era una moda desde el siglo XVII. No queda claro si estamos ante un Rembrandt sexy, o un Rembrandt haciendo el mongolo en una de las primeras redes sociales: el grabado.
Porque además de demostrar su talento sacándose selfies, podemos también apreciar la enorme calidad de Rembrandt como genio del grabado, esa fuente de difusión artística con la que Rembrandt difundió su arte (y su careto) por toda Europa.