Descendimiento de la cruz
La divina ley de la gravedad.
Rembrandt creó una serie de siete obras sobre la Pasión realizadas a petición de Federico Enrique de Orange, gobernador de los Países Bajos (uno de los que lucharon contra España en ese siglo XVII tan convulso). Esta es una de ellas, y quizás las más estremecedora. Cierto es que algunas de las otras no se conservan.
Este Descendimiento de la cruz se basa en el pintado por Peter Paul Rubens unas décadas antes, pero mientras Rubens optaba por mostrar lo divino del momento, Rembrandt se decanta por mostrar cómo es descendido el cadáver de Cristo de la cruz de un modo mucho más terrenal.
Para empezar, hace uso del muy barroco claroscuro, lo que le da a esta escena una atmósfera mucho más emocional. Claros, en la piel de un Cristo totalmente exangüe (o en esa blanquísima sábana, sin una gota de sangre en ella en contraste con una cruz llena de manchurrones rojos). Oscuros en la zona inferior, con todas esas figuras —algunas apenas abocetadas— que observan ese momento trascendental en el que la ley universal de la gravedad actúa hasta en el mismísimo hijo de Dios.
Aún así, es una obra divina.
Una composición piramidal en la que el artista barroco juega con el movimiento, los pesos, los rostros y las sombras en una temática que repitió más de una vez en su carrera.