Defensa de Sebastopol
URSS vs Tercer Reich.
Un infierno incendiario en el fondo, explosiones, humo, escaramuzas,… 29 de junio de 1942, nos encontramos en Crimea, tenemos el Mar Negro a la izquierda y nuestros pies se posan sobre un navío acorazado. Marineros soviéticos se enfrentan ferozmente a las tropas nazis invasoras para defender la base naval de Sebatopool ¡Estamos en guerra!
El primer plano tan brillante e iluminado crea un contraste brutal. Esta vibrante composición, que rompe de lleno con la pintura historicista del XIX, nos cede un planteamiento bastante recognoscible: el blanco incólume para el héroe y el gris-negro para el enemigo. Además, «los héroes» tienen rostro, encarnan el ideal del héroe más clásico, aunque ahora en clave colectiva (= ¿comunismo?); por su parte los enemigos (los tiranos) están deshumanizados. Esta despersonalización tampoco es nueva y pocas veces suele fallar en encapsular el binomio eterno el bien y el mal.
Los personajes se nos muestran como figuras monumentales contenientes de unos rasgos físicos que evidencian sus características morales y psicológicas (ideológicas más bien). En su tratamiento, y echando la vista atrás, vemos una estética que nos recuerda mucho a la etapa de cartelista del autor: sombras geometrizadas y colores contrastados. Todo ello nos permite prácticamente sentir, desde el sofá y sin correr peligro alguno, la propia intensidad y tragedia de la guerra.
Esta obra debemos entenderla dentro de una fase artística muy importante para Deineka: la necesidad de construir una narrativa nueva para la nuevas sociedades (sociedades proletarias) que estaban por venir, un lenguaje fresco y «contemporáneo» que se aleja, como hemos dicho, del planteamiento academicista decimonónico, y que daría paso a una obra muy renovadora en el panorama artístico y temible en el político.