Tereo estaba casado con Procne, pero cuando vio a su cuñada Filomela le hirvió la sangre de lujuria y de deseo. Primero intentó echarle los tejos, después corromperla con regalos, pero ante las continuas negativas de su cuñada, Tereo decidió llevarla a un apartado establo en medio del bosque y violarla.
Filomela se resistió con fuerza y lo insultaba, diciéndole que le contaría el crimen a todo el mundo, por lo que Tereo cogió su espada, y agarrando la lengua de la muchacha con una tenaza, se la cortó cortarla, dejando a Filomela ensangrentada en el suelo. «Y se dice que, después de este crimen, el monstruo la violó de nuevo», añade Ovidio. Ahí se quedó encerrada en ese establo durante un año.
La chica no tenía lengua, pero decidió comunicarse de otra manera: tejiendo una sábana relatando el infierno que había pasado. Gracias a una criada, el tejido llegó a manos de Procne, que estalló en ira homicida. Aunque decidió planear su venganza.
Lo primero, rescatar a su hermana sin que se enterara Tereo. Después, imaginar lo que haría con él. Pensó en mutilar al rey, sacarle los ojos, clavarle miles de veces una espada… Pero la venganza debía ser peor, e hizo un acto impensable: matar a Itis, el hijo que tenían en común Procne y Tereo.
La muerte fue rápida, pero el cuerpo del niño fue desmembrado, hervido, asado y puesto en una mesa como un suculento plato.
Procne invitó a su marido a comer ese banquete y Tereo «devoró a su hijo, y se atiborró con carne de su propia carne», dice Ovidio. En medio de la deliciosa comilona, Tereo llamó a su hijo para que compartiera el banquete. Y fue entonces cuando Procne le dijo: «dentro de ti mismo está lo que tú estás pidiendo».
Tereo no entendía, y llamó de nuevo a Itis, pero en vez de su hijo entró Filomela, llena de sangre, y le lanzó la cabeza del niño a su cara. Tereo, enloquecido de angustia, comprende lo sucedido y se lanza al suelo en un intento de vomitar los restos de Itis, llorando y llamándose a sí mismo «sepulcro de su propio hijo».
Tereo, loco, agarró su espada y quiso matar a las hermanas, pero estas se transformaron en pájaros: Filomela en ruiseñor, Procne en golondrina, (ambos con plumajes rojos que recuerdan al asesinato del niño), y salieron de ahí volando.
Tereo, por su parte, se convirtió en una abubilla, con una exagerada cresta que recuerda a su locura, y un largo pico que nos remite a su espada desenvainada.