El juicio de Paris
El juicio de la era.
Todo ocurrió en una boda, a la que asistieron dioses y mortales y a la que no fue invitada la diosa de la discordia, por ello, haciendo honor a su nombre, dejó una manzana en el banquete con el mensaje: «Para la más bella». Las diosas más poderosas: Atenea, Afrodita y Hera comenzaron a discutir quién de ellas era la merecedora de la manzana, y para evitar tremenda responsabilidad, Zeus envió a Mercurio para que delegara la decisión a un mortal: el príncipe Paris, hijo de Príamo el rey de Troya.
Para que la eligiera a ella, Hera le ofreció a Paris poder, Atenea sabiduría y Afrodita le ofreció el amor de la mujer más hermosa.
El príncipe París, que era muy mundano, eligió la oferta de Afrodita, quién fue elegida como la más bella de las diosas o la diosa de la belleza. Y tal y como le había prometido, Afrodita dio a Príamo el amor de Helena, la mujer más bella de Grecia. Pero había un pequeño problema: Helena estaba casada con Menelao, el rey de Esparta, y la consecuencia de este lío amoroso fue nada más y nada menos que la Guerra de Troya.
Felipe IV encargó a Rubens esta obra en 1639 que fue enviada a Madrid para decorar las estancias del Palacio del Buen Retiro.
Los temas mitológicos, que eran muy del agrado del rey, eran ideales para la representación del desnudo femenino. Rubens pintó a las tres diosas en diferentes ángulos resaltando la anatomía de sus cuerpos acompañadas por sus atributos: el escudo de Atenea, el cupido de Afrodita y el pavo real de Hera, la escena representa el momento en el que Mercurio y París debaten sobre cual de las diosas es la más bella.
Cuando el rey de Esparta tuvo conocimiento que Paris y Helena habían huido, organizó un potente ejercito y se dirigió a Troya para recuperar a su esposa. Las diosas Hera y Atenea, ofendidas por el juicio de Paris, se aliaron con los griegos y no cedieron hasta que ardió Troya, hechos que glosa Homero en su celebre Ilíada.