Esopo
Un pintura de Fábula.
Ahí va una breve fábula de Esopo:
Un zorro vio a un cuervo en un árbol con un poco de carne que había robado en el pico y le entró el hambre. Listo como un zorro, decidió urdir un astuto plan para sacarle el botín al pájaro. Se acercó a los pies del árbol y comenzó a soltarle las cosas más bonitas que se le ocurrieron:
—¡Pero qué guapo eres, cuervo! —dijo el zorro—. He visto pájaros bonitos, pero ninguno como tú ¡Mira cómo brillan tus plumas bajo la luz del sol!
El cuervo escuchaba muy atento, disfrutando de los elogios.
—¡Y cómo vuelas! Nadie te gana en elegancia cuando surcas el cielo ¡Ni el águila se acerca a tu figura!
El cuervo estaba en la gloria. Si algo le gustaba, era oír todas ese tipo de cosas sobre sí mismo. Y los demás cuervos lo miraban… Era el centro de atención. Sus colegas empezaron a graznar.
—¡Y qué delicia escuchar a tus colegas los cuervos! —le dijo el zorro, viendo su oportunidad—. ¡Qué voz más hermosa! ¡Lástima que tú no sepas cantar como ellos…!
Al escuchar esto, el cuervo se puso nervioso. Y como un ruiseñor, el divo se dispuso a cantar una canción. Abrió el pico, y sin darse cuenta, se le cayó el trozo de carne, que fue directo a la boca del zorro. Cuando se dio cuenta, el zorro estaba devorando el manjar y todos los cuervos se partían el culo de risa.
Al acabar el banquete, el zorro le dijo:
—¡Cuervo! ¡Eres tan presumido como poco inteligente! A partir de ahora, ya sabes que, como yo, te dicen solo las cosas que quieres escuchar, es que quieren algo de tí…
¿Moraleja? Cuidado con los aduladores, más aún los que nos dicen cosas bonitas sin motivo, porque quizás sólo quieren engañarnos y conseguir algo de nosotros.
Velázquez, que andaba sobrado de aduladores, era admirador de Esopo, y lo pinta aquí como un mendigo con ropas del Barroco. Un viejo sabio y sencillo. Y es que Esopo era muy popular por fábulas como la de El Zorro y el cuervo, que siempre enseñan, advierten y divierten. Pequeñas cápsulas de sabiduría sin pretenciosidad.
Al parecer, Esopo —si es que existió— era un esclavo que decía cosas que no a todo el mundo le gustaban. Tal es así que se ganó la enemistad de los vecinos de Delfos, que lo acusaron injustamente de robar, siendo condenado a saltar por un acantilado.
Velázquez lo pinta con papeles bajo el brazo, un caldero de agua y un fardo, quizás haciendo referencia a su injusta muerte.