Filósofo en contemplación
Luces y sombras.
Si algo caracteriza al Barroco es el contraste de luces y sombras, el claroscuro. Y muy pocos artistas manejaron tan bien ese contraste como el holandés Rembrandt van Rijn.
Temáticamente, en Holanda se empezaba a dar un nuevo rumbo al arte. Tras la reforma protestante, el aumento del poder de la burguesía y la independencia de España, los artistas dejaron un poco de lado los viejos temas religiosos de la Escuela Flamenca y empezaron a trabajar géneros hasta ahora menores o incluso inéditos como el paisaje, el retrato, el bodegón o la pintura de género.
Es el caso de este interior con una escalera de caracol. Junto a la ventana (todo un tópico de la pintura holandesa) se sienta un anciano que por el título es un filósofo, aunque… ¿qué anciano no lo es? No está claro el porqué de este título, pero desde luego no lo bautizó así Rembrandt. Quizás sea un filósofo porque el viejo está meditando, o puede que durmiendo…
A la derecha aparece una anciana, asumimos que la esposa del anciano, que aviva el fuego. Y hay quien afirma que hay una tercera figura de pie en la escalera, aunque por el estado actual de la pintura es difícil de asegurar. Sois libres de ampliar la imagen y buscarla.
Las interpretaciones para esta pintura son muy variadas: que si una escena bíblica, que si un filósofo, un alquimista, que si un retrato de la mente humana (con su consciente y su subconsciente), que si un mensaje esotérico de Rembrandt… Lo que está demostrado es que los aficionados a «lo oculto» salivan al ver este cuadro.
Esta obra pudo influir también en su paisano Escher, que también dibujaba escaleritas después del stendhalazo que lo dejó flipado tras una visita a la Alhambra.