Hipómenes y Atalanta
Los amantes breves.
Se cree que de esta obra Reni pudo llegar a hacer hasta cuatro copias, de las cuales solo se conoce el paradero de esta y otra en el museo Capodimonte, en Nápoles.
En su Metamorfosis, Ovidio nos cuenta como la joven Atalanta, prevenida por un oráculo de que en el momento en que contrajera matrimonio se transformaría en animal, intentó evitar esto a toda costa. Tal es así que, a sus pretendientes les retaba a competir con ella sabiendo que ninguno sería capaz de ganarla. Para colmo, al perder los mataba. Pero Hipómenes, enamorado de ella, le pidió ayuda a Venus. Esta le entregó tres manzanas doradas del jardín de las Hespérides para que las usase en la competición.
Ese es el momento que podemos ver representado en la obra. El instante en que Hipómenes ha arrojado una de las manzanas y sale corriendo para adelantar a Atalanta. Mientras que su rostro mira aún la triquiñuela que acaba de hacer, su cuerpo ya corre hacia el lado opuesto. Atalanta, al ver las manzanas en el suelo, se agacha a recogerlas como si de una moneda se tratara.
Lo que destaca de la obra es que, pese a que la escena está representada en un espacio abierto nocturno, no podemos distinguir apenas nada del fondo. Solo si miramos con detenimiento podemos ver a la lejanía, a ambos lados de la escena principal, dos grupos de personas que nos enmarcan la escena en un exterior.
Los cuerpos en primer plano son los protagonistas de la obra, de color muy pálido para destacar ese contraste con el fondo oscuro. Aquí puede verse la iluminación tan artificial que creaba Reni a su antojo para modelar los cuerpos y dirigir nuestra vista a los mismos. Sin embargo, son cuerpos etéreos. La pareja parece estar flotando. Esto lo enfatiza el movimiento de los velos de ambos agitándose, pero haciéndolo contradictoriamente con una delicadeza increíble. Estos debían cumplir únicamente esta finalidad, porque tapar lo que se dice tapar, tapan lo justo.
La distracción de arrojar las manzanas le valió a Hipómenes el ganar y, por lo tanto, desposarse con su amada. ¿Y cuál era la mejor forma de celebrar el enlace? Irse al templo de la diosa Cibeles a consumar el matrimonio. Esto enfureció a la diosa, transformándoles en los leones que tirarían de su carro sin mirarse entre ellos. Al final el oráculo iba a tener razón.