Ídolo con calavera
Transculturalidad y postcolonialismo.
A mediados de los años noventa, Nadín Ospina realizó una serie de esculturas que denominó El Gran Sueño Americano. Tras ser exhibidas públicamente, la crítica calificó al artista como un «irónico político» puesto que a través de la obra, dotada de un lenguaje formal precolombino, Ospina generaba una serie de reflexiones sobre la representación, la identidad, la colonización y la transculturalidad.
La obra Ídolo con calavera pertenece a esta serie y nos plantea la relación «tormentosa» entre dos mundos antagónicos. En tono cáustico, el artista hace uso de un personaje del mass media, Mickey Mouse, icono por antonomasia de la industria, el capitalismo y el espectáculo para fijarlo dentro de un molde precolombino. Como si de una arqueología contemporánea se tratase, Nadín Ospina nos habla de la resignificación del pasado y el presente planteando como reflexión la manera en que la modernidad ha transgredido las culturas ancestrales.
A través del sarcasmo, el artista hace una parodia de cómo la identidad latinoamericana es una pieza de retazos construida con trozos del pasado y con imágenes del presente que llegan a través de los medios de comunicación (tótem del capitalismo) y del deseo mismo del latinoamericano de encontrarse a sí mismo, muchas veces en lugares equívocos como la pantalla del televisor repletas de imágenes que imponen identidades foráneas.
Al trabajar con símbolos trascendentalmente complejos como los de la cultura precolombina de San Agustín, Nadín nos habla del nexo cultural con ese pasado mítico y mitificado, como un eslabón perdido en medio de una farsa política y social que ha derrumbado la cohesión cultural de América Latina.
Su trabajo, irónico, agudo y mordaz pretende mostrar que el arte indígena, sobre el que aparentemente está construida la identidad latinoamericana, está manoseado por un feroz capitalismo que lo redujo a fetiche.
La obra genera asimismo importantes indagaciones críticas sobre los estereotipos, haciendo énfasis en la languidez de las culturas indígenas contemporáneas frente a los procesos de la modernidad y del capitalismo salvaje.
Las imágenes de la cultura de San Agustín han sido incorporadas en la sociedad colombiana hasta la saciedad, desde diferentes ámbitos y justificadas desde diferentes necesidades: de apropiación, de identidad o de memoria. Pero, paradójicamente, esta incorporación se ha afianzado culturalmente desde el mismo sistema económico (el turismo por ejemplo) y de la industria de masas, así los símbolos culturales pasan a ser un cliché más, un estereotipo o un híbrido como el que nos plantea Ídolo con calavera.
Este proceso en el cual, el discurso cultural pretende hacer resistencia y visibilizar a las minorías, es en sí mismo una negación que desde su propio exceso, termina anulando e invisibilizando al otro.
En este sentido y de forma paródica, la obra de Nadín Ospina alude al exotismo que tanto ensalza el capitalismo tardío, una exaltación que no supone más que una alteridad domesticada. Es un exotismo comerciable, despojado de su esencia, que no discute ni pone en cuestión la preeminencia del capitalismo y su ideología.
Una alteridad que no genera conflictos, en la que al final todos, ya seamos morenos, negros o amarillos, terminamos por parecernos a Mickey Mouse.