La adoración de los Reyes Magos
Un regalo muy barroco.
Provoca mareos la fastuosidad barroca. Horror Vacui, Totum Revolutum y dinamismo desmedido para mostrar todo tipo de escenas, incluida por supuesto la Epifanía de Jesucristo.
Los tres Reyes Magos traen sus regalos al niño muy acompañados de todo tipo de figuras que posan, gesticulan y hacen barrocos aspavientos. Caballos, ángeles y personas llenan claustrofóbicamente todo el lienzo sin dejar un hueco libre y ese humo psicodélico ambienta la escena perfectamente.
Rubens tiñe todo de su particular colorido y aparatosidad, y aprovecha para meter alusiones al contexto político de su época (la Tregua de los Doce Años entre España y los Países Bajos que presumiblemente traería una gran prosperidad económica).
Entre todo ese revoltijo los reyes le dan al recién nacido sus regalos simbólicos (Melchor el asiático, oro como rey, Gaspar el europeo, incienso como Dios y Baltasar el africano, mirra como hombre). El niño brilla de ilusión.
Rubens pintaría el cuadro en 1609, pero lo repintaría casi veinte años después, modificándola y ajustándola a un barroco mucho más exagerado. Hasta se permite incluir un autorretrato montado a caballo, con espada y cadena de oro. En esa época ya era un noble gracias a su fan Felipe IV (no es casualidad que haya tantos cuadros de Rubens en el Museo del Prado).