La cama francesa
En la cama con Rembrandt.
El señor Rembrandt se pone un poco picante en uno de sus grabados a la francesa. Y ya sabemos lo que quiere decir todo lo relacionado con este sucio país: gente follando.
Nada de alegorías, ni mitologías, ni Zeus, ni Mesalina, ni moralinas, ni historias… directamente al asunto.
Eso en 1646 era algo impensable en el arte, pero se había inventado una cosa que a Rembrandt le encantaba y usaba mucho: la imprenta. Con esta máquina, un artista podía hacer múltiples copias de sus obras y distribuirlas por ahí sin censuras ni obstáculos. Algo así como el internet de la época. Ni decir hay que —como en internet— el porno fue lo más utilizado. En países protestantes como los Paises Bajos, donde la sexualidad y el erotismo estaban absolutamente ocultos y cerrados con llave, es precisamente donde más triunfaron estos grabados «amorales».
Aunque aquí no hay sexo explícito. De hecho, es una escena bastante inocente. Una pareja haciendo el amor sobre su cama de cortinas. Hombre y mujer parecen disfrutar por igual en una postura poco estética. Muy doméstica. Quizás hasta están casados. Lo único que da una pista de la relación es ese sombrero de plumas (que nos hace pensar en que el tío es un seductor) y una cena acabada sobre la mesita de noche (antes de follar han cenado).
Técnicamente, estamos ante otra de las obras maestras de un maestro del grabado. Se nota el estilo aterciopelado de Rembrandt y ese extraordinario —y dificilísimo— juego de luces y sombras.
El artista haría hasta cinco versiones de esta obra, y llegó a amputar su firma del grabado. Seguro que tuvo problemas por ser demasiado verde.