El niño mimado/La falda levantada
Espiando a las señoras.
En el XVIII no era raro el concepto de habitación privada. Gabinetes consagrados a los placeres vouyerísticos en cuyas paredes colgaban cuadros deliberadamente explícitos. Tan explícitos que había que ocultarlos tras cortinas o tras otros cuadros. Es el caso de la Maja Desnuda, oculta tras la Maja Vestida, por ejemplo.
Boucher, el hedonista Rococó por antonomasia, pintó muchísimos pares de cuadros de este tipo. Uno ocultando a otro totalmente libertino.
Este no es, ni mucho menos, el más explícito. Fue un encargo para que el financiero Randon de Boisset la colgara en su «sala de fumadores», pero ahí está plenamente mostrada la sensualidad de Boucher, con esas carnes y esas sedas que le quitan frialdad al conjunto.
En el primer cuadro vemos una escena doméstica, con una dama atendiendo a un niño («El niño mimado») pero bajo la obra se escondía La falda levantada, una escena igual de doméstica pero mucho más libertina y picarona, donde vemos a la misma dama con el culo al aire, enseñando enaguas, medias y ligueros. Y el niño es sustituido por un juguetón perrito faldero, que Boucher y muchos otros artistas introducían en la escena para amplificar el jugueteo y la picardía.
El espacio privado de la mujer es violado así para el disfrute del hombre, en una época en la que eran frecuentes los «accidentes» de entrar sin querer en un toillette, la puertas a medio abrir o a medio cerrar, y los agujeros en las paredes, muchas veces cubiertos por cuadros como este.