
La familia del infante don Luis de Borbón
Jugando al solitario.
Años antes de su mítica Familia de Carlos IV, un Goya joven y lozano, que todavía no se había quedado sordo y que todavía no había visto los horrores de la guerra, pintó un retrato grupal de la familia de su mecenas en la época, Luis de Borbón.
Don Luis, hermano menor de Carlos III, era todo un mecenas de las artes y en su pequeña corte de Ávila pululaban talentos como Luigi Boccherini, Mengs, Gregorio Ferro y dicen que hasta el mismísimo Giacomo Casanova. Luis debió olerse el talento de Goya y rápidamente lo invitó a pintar su retrato.
Goya optó por un retrato de grupo, un género que casi nadie tuvo huevos de cultivar en España después de Las Meninas, pero él tuvo la audacia, quizás como un homenaje al maestro, quizás por ganarse el respeto de la alta sociedad e ir metiendo un pie en palacio.
El homenaje se ve a la legua. La familia con su servicio. Y hasta Goya se autorretrata a la izquierda como su ídolo en Las Meninas. Por lo demás, es un friso de caretos aristocráticos de toda índole. La figura central no es el infante sino su esposa María Teresa de Vallabriga, que nos mira vestida de blanco. La peina su peluquero Santos Gracia, el Llongueras de la época.
Luis de Borbón, Borbón como él solo, juega al solitario a su lado. Se ha especulado mucho sobre el significado de retratarlo así. Cada uno que saque su conclusión. A la izquierda aparecen sus dos hijos, Luis Jr. y María Teresa (futura condesa de Chinchón que Goya retrataría en el futuro) y dos camareras que también nos miran.
A la derecha se han reconocido a la niñera Isidra Fuentes con María Luisa en el colo y varios secretarios, ayudantes de cámara y mayordomos de difícil identificación. Algunos ven también al violonchelista Luigi Boccherini, que era casi como de la familia.
Ya se ve la maestría de Goya en el retrato, un género que ya dominaba como nadie y del que es considerado (por mi y por algún fan más) primera figura universal. Es una pasada. Sólo les falta respirar a esta gente.
Como vemos, Goya bebe de Velázquez, pero prescinde de sus artificios barrocos, es mucho más clásico. Hay criados, hay autorretrato, pero no hay espejos, ni complejas perspectivas, ni aire pintado entre los personajes.
Hace unos años escribí el libro «Francisco de Goya: El tiempo también pinta».
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¡Gracias!
Miguel Calvo Santos