La maja vestida
Venus tapada.
Manuel Godoy fue el valido de Carlos IV, y como el monarca estaba siempre cazando y no gobernando, quien se ocupaba de atender España era este señor, que además —según las malas lenguas— también atendía a la esposa del rey. Toda España sabía de esta relación, salvo quizás el rey.
Por este y otros muchos motivos, Godoy se ganó bastantes enemigos, pero mientras tuvo el poder, acumuló amantes y también arte. El valido fue un ávido coleccionista y llegó a poseer cuadros como la Venus del espejo, de Velázquez, La escuela del amor, de Corregio o la Dánae, de Tiziano, aunque en estos casos más bien podría ser para satisfacer sus placeres en privado, ya que al parecer era, además de amante del buen arte, un erotómano empedernido. En la España de la época el género del desnudo apenas existía, pero el gabinete de Godoy albergaba las más excitantes muestras de este tipo de pintura, que incluía dos ejemplos del Goya más erótico.
Godoy poseía una sala secreta en su casa-palacio de Grimaldi, una habitación donde guardaba su pequeña colección de cuadros subidos de tono y reservaba el mejor espacio para colocar un retrato de su amante Pepita Tudó como Dios la trajo al mundo. ¿Y quién mejor que Goya para representar a su propia Venus personal?
El pícaro Godoy ideó un ingenioso juguete erótico: decidió encargarle a Goya otro cuadro: la misma versión pero vestida. Así La maja vestida quedaba a la vista, pero mediante un complejo sistema de poleas, Godoy tiraba de unas cuerdas y, ¡voilá!, aparecía la misma mujer, pero enseñando sus encantos. El resultado fue, aparte de las horas de disfrute de Godoy cuerda arriba – cuerda abajo, dos de los cuadros gemelos más famosos e influyentes de la historia del arte.
La obra le traería problemas a Goya en el futuro. En noviembre de 1814, el Tribunal de la Inquisición interrogaría al pintor por estas «pinturas obscenas» y el pintor se vio obligado a explicarle a curas excitados todo tipo de detalles sobre esos dos cuadros.
Un hecho lamentable sin duda, pero ¡qué gran fuente sería para un historiador conocer las actas de esos juicios! Así se podrían desentrañar los misterios que ocultan esas dos joyas, aunque cierto es que esos misterios son algunas de sus muchas virtudes.
Desgraciadamente no existen documentos sobre esas reuniones, y lo poco que sabemos de ellas es que Goya quedó definitivamente absuelto, quizás haciéndose un poco el sordo en alguna que otra pregunta.
Esta y otras obras son explicadas en mi libro «Francisco de Goya: El tiempo también pinta».
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Bueno, perdón por el burdo spam...
¡Gracias!
Miguel Calvo Santos