La romería de San Isidro
Negra como una noche sin luna.
La sordera fue para Goya el principio de un infierno que duraría el resto de su vida. A partir de su enfermedad, salieron demonios que se vio obligado a plasmar en pintura y, desde que se hizo ese silencio, el arte de Goya se volvió claramente más oscuro en todos los aspectos. Ya no solo en las temáticas, llenas de violencia, terror y desesperación, sino también en los tonos de sus pigmentos.
Esta oscuridad llegaría a su cúlmen en las llamadas Pinturas negras, donde más negra no puede ser la cosa.
En escenas como esta siniestra Romería de San Isidro —tan diferente a otras romerías más luminosas de años anteriores— los personajes reptan hacia nosotros sobre los escombros en una peregrinación grotesca, y cantan —o gritan— con sus bocas negras como una noche sin luna. Cada rostro está más desencajado que el anterior en esa masa de máscaras.
Al no poder oír, Goya pinta así —de la única manera que es capaz— los sonidos que hay en su alma atormentada, y de paso crea él solito el arte contemporáneo.
¿Quién sabe? Quizás sin la sordera de Goya y el sufrimiento provocado por esta, no existiría el expresionismo tal y como lo conocemos.