
La señora de Delicado de Imaz
La belleza está en el interior.
Vicente López fue el tío que sustituyó a Goya como pintor de cámara de Fernando VII. Harto del aragonés, sus ideas y su arte, el rey decidió destituirlo y darle trabajo a un más conservador López, que aunque acartonado, no deja de ser un excelente pintor. Desde luego mucho mejor que el que escribe esto (y seguramente que el que lo lee).
El caso es que, por algún motivo, el arte de López era lo que le gustaba al Madrid del XIX. Y claro, la aristocracia y la alta burguesía madrileña querían un retrato suyo a toda costa. Y a veces, López se veía en un aprieto al vérselas con encargos como este.
No le estamos llamando fea a esta señora. En HA! sabemos muy bien que la belleza está en el exterior. Pero a lo mejor ella sí que era consciente de que no podía lucir sus encantos físicos, por lo que optó, al más puro estilo Mister T., por llenarse de joyas, telas caras y adornos hasta la náusea, quizás para desviar la mirada hacia otros sitios.
Vicente López, profesional como era, se esmeró en captar los detalles, matices, sombras y brillos de cada joya, aunque nada pudo hacer por disimular ese espléndido bigote que luce la señora de Delicado de Imaz en este retrato que —citando al Sargento Hartman— bien podría estar en un museo de arte contemporáneo.
Vicente López