La Tribuna de los Uffizi
Fascinación ilustrada por el pasado.
En 1772, en pleno siglo de las luces, cuando le Encyclopédie acababa de publicarse y cada año cientos de jóvenes artistas de toda Europa viajaban a Italia para aprender de las obras de los grandes maestros del renacimiento y las antiguas ruinas romanas, la reina Charlotte de Inglaterra encarga a Johan Joseph Zoffany que acuda a Florencia para plasmar en un solo cuadro las obras más notables de la colección del Gran duque de la Toscana, otorgándole para ello 300 libras (una pequeña fortuna para la época). La tarea no resulta nada fácil, en total el pintor necesitará 5 años para acabar el encargo.
El resultado es sobrecogedor. Zoffany nos muestra una colorida sala de forma octogonal en el palacio de los Uffizi. La estancia está completamente abigarrada con riquísimas obras de pintura, escultura, cerámica, mobiliario y otros tesoros. Entre otras encontramos piezas de Rafael, Tiziano, Correggio, Rubens… La espacialidad de la obra es sumamente interesante gracias a recursos como la contradicción intencionada de las leyes de la profundidad o la aparente falta de jerarquía en la composición. Además, el tratamiento de la perspectiva, la escala y la teatralidad de la escena crean una ilusión por la cual las obras parecen cobrar vida, casi podrían confundirse con las decenas de personajes de la alta sociedad que se agrupan en torno a ellas para estudiarlas o admirarlas. Sin duda cautivados por su enorme belleza.
Por desgracia, a su vuelta a Londres el trabajo de Zoffany no recibió el reconocimiento merecido, la idea de incluir en la obra personalidades de la época fue considerada inapropiada y el cuadro no ocupó ningún lugar de importancia en los aposentos reales. Sin embargo, no se puede negar que nos legó una magnifica muestra de las riquezas y de la fascinación ilustrada por el estudio del pasado.