Las tentaciones de San Jerónimo
Con las manos en la masa… ¡Pillín!
Según reza la tradición la obra culpable de la excomunión de Ressendi. Leyendas negras aparte, Las tentaciones de San Jerónimo del maestro sevillano se presenta como una obra bastante más provocativa que sus homónimas iconográficas, por ejemplo las «tentaciones» de autores tales como Juan de Valdés Leal o Francisco de Zurbarán (ambos del s. XVII), grandes inspiraciones para Ressendi.
Si bien fuera cierto el conflicto que el lienzo pudo generar, no podemos negar que no faltaron motivos para escandalizar a la Santa Sede, desde luego. San Jerónimo desnudo se levanta con la mirada perdida temeroso de Dios. La mujer que yace bajo sus piernas se representa con las uñas pintadas, el pelo alborotado y los pechos desnudos. En el fondo demonios y engendros materializan el pecado y se regocijan de lo sucedido. En primer plano, una calavera dispuesta en la esquina inferior (también hay otra medio dibujada que se pierde en el fondo), vuelta del revés observa la escena, una clara referencia a la vanita vanitatis.
Encontramos los grandes rasgos del autor, a saber: una composición meditada y equilibrada que hereda las pautas del tema iconográfico «estándar», dibujo firme, expresionismo estilístico de corte realista y cromatismo oscuro.
En definitiva, todo apunta a que la tentación se ha consumado de la manera más explícita y carnal posible y es que Ressendi no tenía pelos en la lengua. Hizo de su obra un escaparate crítico realmente incisivo y pese su gran fondo de armario en lo que se refiere a temas religiosos, esta obra en particular no deja indiferente a cualquiera, al fin y al cabo, un Santo-canónico-y-apostólico mostrado como un pecador siempre ha dado y dará morbo, y la crítica en este sentido a la Iglesia pues también.