Piedad
Una piedad al revés.
Uno de los grandes temas iconográficos de la Iglesia Católica desde los tiempos de la Contrarreforma, la piedad. Si lo comparamos con otras «piedades» como la célebre obra escultórica de Miguel Ángel, encontraremos bastantes similitudes y es que podemos afirmar que Ressendi toma esta última obra como referencia, aunque la posición del Cristo sea más ladeada y su escorzo mucho más marcado y la serenidad en el rostro de la Virgen aquí se convierte en dolor. Esta Piedad contiene un halo fantasmagórico y levemente tenebroso que parece enaltecer la muerte y el dolor, sus homónimas por el contrario tratan de dar protagonismo al amor maternal y la compasión.
Entrando en la obra, vemos que el cielo se ha ennegrecido, nubes opacas copan todo el fondo, no hay luz posible, toda la atención reside en la escena principal (tal y como acostumbra hacer el autor). Ya no solo eso, la Virgen llora a su hijo en un segundo plano otorgado por un tratamiento cromático oscuro que la enmascara también como un elemento más del fondo, dando la sensación de que el escorzo del recién fallecido se suspende en el aire. La única figura que recibe luz y verdadero protagonismo es Cristo, por ello el autor usa blancos y ocres más potentes para resaltarla.
Tal es la fuerza de los colores y la importancia de su rol en la obra que, entrando en un juego metafórico, siendo la Virgen la que está viva parece que el dolor la ha consumido hasta morir y, por el contrario, Cristo que es el que ha muerto en la cruz y yace en las manos de su madre parece que sigue con vida bañado por una luz celestial que emana de ningún lugar. Con esto llegamos a entender que la obra de manera clara clama piedad, sí, pero esta vez para la Virgen y no para Cristo.