Naturaleza muerta de máscaras III
¡Pero qué feo era el arte de este expresionista nazi!
Emil Nolde no encajaba. No encajaba en Alemania porque su pueblo natal se hizo danés en los años 20, no encajaba en los expresionistas de Die Brücke porque era demasiado viejo comparado con los jovencísimos componentes del grupo, y no encajaba con los nazis, pues pese a compartir antisemitismo y cierta ideología con ellos, Hitler y sus compinches no vieron nada bello en sus grotescos cuadros.
Nolde sólo quería homenajear a su gran ídolo James Ensor, y pintar a la gente por lo que era: un grupo de máscaras. En ese sentido no se equivocaba… después de todo la palabra «persona» significa en latín «mascara».
Pero dejando de lado ideologías y simpatías personales (si nos fijáramos en lo que opinaban algunos de los grandes artistas de la historia, caerían unos cuantos mitos), lo cierto es que el arte de Nolde es asombroso.
Formas grotescas, colores simbólicos, honestidad emocional… Un tipo valiente, al que no le preocupaba mostrar lo bello, como podemos comprobar en la imagen. El arte puede servir para hacernos felices, pero también para repelernos. Es como un espejo.
Las máscaras de Nolde no pretenden hacer comentario social o sátira alguna. Simplemente le gustaba el arte de Ensor y quiso adaptarlo a los nuevos tiempos, mucho más radicales en cuanto a planteamientos.
«Naturaleza muerta de máscaras III» representa cinco máscaras con varias expresiones grotescas, y todas ellas parecen moverse (de muerta nada…). Todas transmiten emociones, que es para lo que valen las máscaras.
Tampoco ayudan a transmitir serenidad esas pinceladas de Nolde, tan expresivas como las máscaras. Son gestos pictóricos urgentes, salvajes, violentos, y premeditadamente feos.
Me recuerdan, si me lo permitís, a varias obras de Basquiat, otro artista que adaptó el expresionismo a su tiempo y que no encajó demasiado bien en algunos aspectos de la dura vida que le tocó.