
Retrato de Martín Zapater
Algo más que amigos.
Goya pinta por tercera vez a su amigo del alma Martín Zapater (1747–1803). Era esta una amistad que se remonta a la época escolar y que duraría 43 años, hasta la muerte de Zapater, y en ese tiempo Goya y Zapater mantuvieron una larga y profusa relación epistolar que supone auténtico maná para los biógrafos del artista.
Mogollón de cartas llenas de las típicas faltas de ortografía de Goya («Ay ba eso»), alguna que otra grosería («Bete a la mierda») y sobre todo algo mucho más jugoso para chismosos como nosotros: suspicacias.
Y es que no son pocos autores los que quieren ver en estas cartas alguna alusión a una presunta bisexualidad de Goya. El artista se casaría y convivió con mujeres y probablemente con amantes. Por el contrario, Zapater, joven casadero y yerno ideal, fue un soltero empedernido toda la vida.
Estos son algunos fragmentos de las cartas, juzgad vosotros mismos:
«Todo tuyo y retuyo y siempre porque te requiero, tu Repaco».
«Ben, ben luego que ya he compuesto el cuarto que hemos de vivir juntos y dormir (remedio que echo mano cuando me asaltan mis tristezas)».
«Con tus cartas me prebalico… me arrebataría a irme contigo porque es tanto lo que me gustas y tan de mi genio que no es posible encontrar otro».
¿Amistad exagerada? ¿Amor desde la juventud? ¿Pasión homosexual? Lo cierto es que no importa. Son especulaciones que poco o nada pueden aportar al arte de este genio. Aún así, en HA! nos gusta el sensacionalismo, y queda dicho.
Aquí Goya, un auténtico genio del retrato, capta su amistad, su amor o lo que sea. Sobre todo en la mirada. Zapater esboza una sonrisita y presenta unas cejas pobladas y una nariz con personalidad («narigón de mierda»).