
San Bernardo y la Virgen
Éxtasis lácteo.
Era un monje francés llamado San Bernardo de Claraval, en francés Bernard de Clairvaux y en latín Bernardus Claraevallensis. Era un tío potente en la iglesia del siglo XII… Había fundado la orden cisterciense y ayudado a formar a los caballeros templarios, nada menos.
El caso es que Bernardo empezó siendo un joven monje con poca elocuencia. Y como era el encargado de predicar, pues como que la cosa no iba bien en la Abadía de Claraval. Bernardo era muy bueno en lo suyo… ayunaba hasta límites alarmantes y rezaba como un poseso. Predicaba con el ejemplo, pero nada… el don de la palabra no le llegaba. Y eso es fundamental para captar a nuevos monjes.
Pero una noche Bernardo se puso a rezar ante la estatua de la virgen, y de repente, esta cobró vida, se sacó fuera un pecho y envió un chorro de leche directamente a la boca del santo. Ni que decir tiene que San Bernardo empezó a hablar y en pocos días convenció a todo Cristo de unirse a su orden. La fila de monjes que quería ver al santo hablar llegaban a kilómetros. Bernardo hablaba tan bien, tan bonito y tan persuasivo ahora, que llegó a fundar sesenta abadías en su vida.
Y este milagro derivó en un nuevo subgénero en arte: La Virgo lactans (Virgen de la Leche) con leche por doquier. A veces es para alimentar al niño, a veces para curar a un santo. Por lo que sea, muchos artistas quisieron inmortalizar tal milagro. Hoy Instagram no dejaría, que hay pezón.
Aquí Alonso Cano ilustra el prodigio con un Bernardo boquiabierto, una Virgen María con una puntería divina, un niño que observa como su alimento nutre a otros y un cardenal orante que da fe de todo eso.