Sin titulo
Antes de Pollock, estaba esta mujer.
Una vez se pasó un joven pero prometedor Jackson Pollock por el estudio de pintura de una ama de casa llamada Janet Sobel, que había empezado a pintar de manera expresionista y además también abstracta. Eran principios de los años 40 y Pollock nunca había visto nada igual. Hasta ahora había pensado que lo más moderno del mundo era El Greco, o quizás Picasso, pero lo de esa señora ucraniana parecía ciencia ficción.
Janet dejaba su mente en blanco y como en una especie de trance creaba pintura automática a base de aplicar chorros y pequeñas gotas de pintura en el lienzo. Si esta técnica la hubiera inventado alguien, la llamarían algo así como dripping (goteo).
Pollock salió de ahí pensativo y tomó muy buena nota de lo que esa señora estaba creando. Quizás podía hacer algo parecido, a ver qué resultaba de todo eso. Pero antes, se iba a tomar un whisky.
Años después Clement Greenberg, el gurú del Expresionismo Abstracto, había desarrollado cierto interés por esta ama de casa, aunque dejó bien claro que Sobel sólo era eso: una ama de casa. Poco más que arte primitivo o Art Brut. Casi un animal exótico. El verdadero artista era un tal Pollock que trabajaba con una técnica revolucionaria bautizada como dripping (goteo). Jackson dejaba su mente en blanco y permitía que el subconsciente trabajara sobre el lienzo a chorretones y goteos de pigmento. ¡Genial!
Cuando ya era una superestrella del arte, en alguna que otra entrevista donde conseguían pillar a Pollock algo sobrio, alguien le preguntaba cuáles eran sus influencias, y este respondía que si El Greco, que si Picasso… y sobre todo una señora a la que había visto pintar años antes con goteo. Janet Sobel era la auténtica creadora del dripping.
Y de pronto aparecía Clement Greenberg con un vaso de whisky en la mano y simbolitos del dólar en los ojos:
—No, Jackson… el dripping lo inventaste tú ¿no te acuerdas…?