Jean-Honoré Fragonard
Francia, 1732–1806
Jean-Honoré Fragonard fue uno de los máximos representantes del rococó francés, tanto con la pintura como con el grabado. Su obra supura hedonismo y emperifollamiento, dos de las características básicas del exuberante estilo que él ayudó a modelar.
Nacido en Grasse, se va a París cuando tiene seis años y descubre su afición al arte. Tuvo la suerte de tener como profesores nada menos que al padre del rococó, François Boucher, y al genial Jean Simeon Chardin. Con ellos Fragonard desarrolló un arte que triunfaría en esas últimas décadas del Antiguo Régimen francés: más barroco que el barroco.
Hubo una época en la que Fragonard pintaba cuadros de temática religiosa, mitológica y demás géneros clásicos. Pero en la época de Luis XV la frivolidad estaba a la orden del día y lo que le gustaba a la gente eran escenas de amor (a ser posible un poco subiditas de tono), cortesanas enseñando el liguero, nobles persiguiendo doncellas y demás mariconadas a las que el pintor supo darles un toque de dignidad con su maestría.
Hedonismo y voluptuosidad. Con esas dos palabras se puede resumir la obra de Fragonard. Pero con la Revolución francesa el artista ya no era bien visto y su carrera se fue a la mierda. Olvidado durante décadas, hoy está más que re-descubierto y es admirado hasta por los amantes del arte de gustos más austeros.