Dos viejos comiendo sopa
El costumbrismo en una pesadilla.
¿Qué clase de persona decoraría su casa con pinturas como por ejemplo estos «Dos viejos comiendo sopa»…? Pues por supuesto, el genial, el inigualable, el magnífico Francisco de Goya.
En esta espectacular obra maestra vemos a dos ancianos -o ancianas, aunque uno de ellos es prácticamente una calavera- que como reza el título, están comiendo un plato de sopa y miran hacia algo que provoca sus risas, quizás nosotros mismos, que de forma inexorable acabaremos como ellos. Se burlan de forma pesadillesca y no sabemos exactamente de qué o de quién, ni porqué… ni siquiera sabemos exactamente quiénes son estos dos sórdidos personajes.
Aunque la ambigüedad de la pintura, y del resto de pinturas negras, es otro de sus encantos. De hecho esta obra tuvo varios títulos oficiales, desde «Dos mujeres» a mediados del siglo XIX, «Dos viejas comiendo de una escudilla» en 1867, «La Muerte comiendo con una bruja», en 1876 y finalmente en el primer catálogo del Prado de 1900, «Dos viejas comiendo sopa» o «Dos viejos comiendo». Cualquier título es válido y cualquier interpretación podría ser la que quería transmitir Goya.
Llama la atención la libertad absoluta con la que el pintor aplica el pigmento con el pincel, o más bien con la espátula. Esas pinceladas tan libres, tan raudas, tan vigorosas encajan perfectamente para retratar a estos dos seres tan poco definidos. El expresionismo aparecería casi un siglo después, pero el artista, como siempre, se adelanta.
Por estar siempre abierto a múltiples interpretaciones, por pintar con independencia de la naturaleza y evidente intención artística, por buscar la deformación deliberada para transmitir un mensaje propio y revolucionario, no es casualidad que Goya sea declarado por unanimidad «el padre del arte moderno».
Esta y otras obras son explicadas en mi libro «Francisco de Goya: El tiempo también pinta».
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Miguel Calvo Santos