La maja desnuda
El primer desnudo del arte moderno... por los pelos.
Manuel Godoy era el tipo que gobernaba bajo el reinado de Carlos IV. Su figura sería muy vilipendiada a lo largo de la historia, pero como valido de España tuvo tanto luces como sombras que por supuesto nunca pondrán de acuerdo a los historiadores del país.
Pero lo que sí se sabe de Godoy es que tenía una afición muy conocida: su gusto por el arte erótico. Tenía un gabinete privado en su casa que albergaba todo tipo de pinturas, esculturas y demás artefactos para estimular la líbido. Godoy era asimismo un experto en arte, por lo que sabía muy bien quien era en esos momentos el pintor número 1 de España (de Europa quizás): Francisco de Goya.
De modo que Godoy le encargó a Goya un desnudo al estilo de Venus recostada. Pero en absoluto la maja vestida es una Venus. Salta a la vista que es mucho más humana que diosa, y ahí está precisamente su encanto. La prueba principal de esto es la representación (por primera vez en la historia del arte) del vello púbico femenino, inimaginable en una pintura tradicional de desnudo mitológico. Ahí tenemos la sutil pelambrera, en el mismo centro compositivo del cuadro.
La Maja rezuma humanidad. Además tiene esa mirada, directa a nuestros ojos, esa sonrisa, sin recato alguno, y esa postura absolutamente relajada y receptiva sobre un canapé de terciopelo verde. No. No estamos ante una Venus, se trata de una mujer de carne y hueso.
Godoy decidió encargarle al pintor otro cuadro: la misma versión pero vestida. Así podría situarla delante de tal modo que podía descubrirla mediante un mecanismo de poleas y cuerdas. A los aficionados al erotismo les encantan estos jueguecitos.
Muchos consideran más erótica la versión vestida:
Y ahora viene la gran pregunta: ¿quién es la retratada…?
Sabemos que el cuarentón Goya conoció a María del Pilar Cayetana de Silva y Álvarez de Toledo, la Duquesa de Alba cuando ella tenía 24 años y cayó rendido a su belleza, inteligencia y sobre todo su encanto. No hay pruebas de que follaran, pero sí de una íntima amistad que le permitió representar su retrato en numerosas ocasiones. Y lo cierto es que su cara se parece bastante a las de las majas, aunque cierto es que cuando se pintaron las obras, la duquesa tenía ya una edad, estaba enferma y de hecho fallecería sobre esos años.
Además volviendo a Godoy, hay que reconocer que es extraño que el valido poseyera un retrato desnudo de la Duquesa, no por él, que seguro que estaría encantado, sino más bien por ella e incluso por Goya. Es por ello que muchos expertos consideran que las majas son en realidad retratos de Pepita Tudó, amante de Godoy.
Goya guardó el secreto sobre la identidad de la maja desnuda y no habló incluso cuando se lo exigió la Santa Inquisición en un agradable interrogatorio de los suyos. Suerte que un cardenal amigo intervino a tiempo y le salvó el pescuezo.
Lo realmente importante es que estamos ante uno de los desnudos más famosos e influyentes de la historia del arte, un referente en el género por modernizarlo, y una pintura que que volvió locos (sigue haciéndolo) a generaciones de estudiantes, amantes del arte y artistas (la Olympia de Manet sin ir más lejos no esconde su deuda a la Maja desnuda).