La Pradera de San Isidro
Un Goya paisajista inédito.
Un ejemplo perfecto del Madrid goyesco, aunque es uno de los pocos paisajes que pintó el artista, que prefería dejar indefinidos sus fondos para no contaminar lo que realmente quería contar. Es pues un ejemplo inédito del Goya paisajista.
El joven Francisco acababa de iniciar su fulgurante carrera creando cartones para tapices en la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara (todavía en funcionamiento, por si queréis decorar vuestro palacio) y este es uno de los ejemplos más famosos.
Aquí podemos contemplar una magnífica vista de la ciudad en plena romería de San Isidro, el santo patrón madrileño, donde se juntaba todo tipo de gentes, ricos y pobres, majos y aristócratas, niños y viejos (siguiendo un poco el ideal de armonía ilustrada), todos reunidos para merendar, beber, charlar y jugar a los más variados juegos también representados en algunos de sus tapices (la gallina ciega, volar cometas, jugar a las cartas…).
Un día feliz donde vemos a la fauna madrileña retozando en la hierba en esa tarde luminosa y festiva. Aún no había llegado el Goya posterior, ese Goya sordo, crudo y oscuro que tanto nos fascina.
Aún eran los buenos tiempos, donde Goya aún no era la super-estrella del arte español (aunque ya era todo un cuarentón) y disfrutaba como un loco en ese tipo de ambientes populares.