Saturno devorando a su hijo
La más negra de las pinturas negras.
Las pinturas negras son 14 obras de Goya llamadas así por usar pigmentos oscuros, pero también por sus temáticas sombrías.
Y para sombría, esta escena de infanticidio/canibalismo en la que el dios Saturno (Crono), el padre de Júpiter (Zeus), se zampa a uno de sus hijos pues tenía el temor de que estos lo destronasen en el futuro (como había hecho él con su padre Urano, al que además castró con su hoz).
Menos mal que Júpiter, otro de sus hijos, se salvó de ser un aperitivo más para Saturno. Con ayuda de su madre, se escondió, y el padre glotón se tragó una roca envuelta en pañales sin desconfiar nada. Con el tiempo Júpiter se convertiría en el jefe de los dioses, y efectivamente destronó a su padre, obligándolo antes a vomitar a sus hermanos (en otras versiones le cortó directamente el vientre).
Aquí Goya pinta al dios con una terrorífica mirada de locura en su rostro. Está masticando una masa informe, la del cuerpo sanguinolento de su hijo, al que agarra con fuerza incrustando sus dedos en la carne. El cuerpo del hijo es ya adulto comparado con el otro Saturno devorando a su hijo del museo del Prado, aunque el de Rubens parece una película de Disney comparado con esta barbaridad goyesca.
Saturno está casi tan aterrorizado como nosotros, los espectadores, que al ver esto podemos indagar más en los más profundos miedos del ser humano.
La obra se puede ver con diversas lecturas: en una histórico-política, quizás Goya puede estar hablándonos de unos tiempos oscuros en España (Absolutismo, Trienio Liberal, Década Ominosa…) en los que no faltaron los desordenes sociales, agitación y la represión política. Quizás Saturno represente al monarca Fernando VII devorando a su pueblo, o quizás sea el pueblo devorándose a sí mismo, su futuro.
Otra lectura es la representación de los horrores de una enfermedad, el saturnismo (intoxicación por plomo) que sufría Goya, y que acabó por dejarle sordo. Saturno era el plomo para los alquimistas.
Por supuesto, siempre están ahí los locos del psicoanálisis, que ven en Saturno al perfecto ejemplo de la relación y conflicto entre padres e hijos.
Ademas la figura de este dios anciano está íntimamente relacionada con la impotencia sexual. Existe la leyenda, más o menos contrastada de que el monstruo tenía el pene erecto mientras devoraba a su hijo, pero esta zona se perdió debido al deterioro del mural o durante la transferencia al lienzo. Quizás el pintor se autocensuró al ser ya suficientemente horrorosa la imagen de canibalismo. Tengamos en cuenta que la pintura estaba hecha para decorar su casa, pero tras 70 años el nuevo propietario de la quinta del sordo los transfirió a lienzos bajo la dirección de Salvador Martínez Cubells, el principal restaurador de arte del Museo del Prado.
Es una imagen terrible, violentísima, oscura… en la que los contrastes lumínicos son creados por manchas de color gruesas, y como ya es habitual en Goya, se adelanta unos cuantos años a la historia del arte, haciendo directamente arte contemporáneo. Expresionismo puro mucho antes de las vanguardias. Un arte modernísimo en todos los aspectos.
Esta y otras obras son explicadas en mi libro «Francisco de Goya: El tiempo también pinta».
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Miguel Calvo Santos