Amedeo Modigliani
Italia, 1884–1920
Amedeo Clemente Modigliani, italiano, pero residente en la irreal París de principios del siglo XX. De hecho, ayudó a montar la fundamental Escuela de París.
Si buscamos un artista bohemio, seguro que sale a relucir su figura. No faltaron en su corta vida drogas, alcohol, mujeres, pobreza y enfermedad, y (como no podía ser de otra forma) sólo alcanzó la fama tras la muerte, aunque dejó plantadas semillas para lo que sería el arte moderno tal y como lo conocemos.
De familia pobre, empezó clases de pintura con 14 años. Su profesor, Micheli, perteneció a los macchiaioli, una especie de Art Noveau italiano. Fiebres, tuberculosis y miseria no faltaron en esos años.
En 1906 se va a París, donde entabla amistad (y enemistad) con varios artistas de los bajos fondos: Picasso, Rivera, Brancusi… La futura realeza de la vanguardia artística. Ellos mismos lo llaman «Modi» (proncunciado en francés: «Maldito»).
En esa época empieza a pintar como Cezanne, la etapa azul de Picasso y Gustav Klimt. Sus cuadros de la época son veloces. Retratos hechos en pocas horas, pero según los retratados, auténticas instantáneas del alma.
Su salud no mejora. Los excesos de la noche parisina tampoco ayudan. Pinta borracho en su diminuto estudio de Montparnasse y empieza a esculpir influenciado por Brancusi. Tanto en pintura como en escultura, se dedica casi exclusivamente a la figura humana, con obras muy estilizadas (aunque primitivas), con esos cuellos largos, ojos almendrados y bocas pequeñas.
Las mujeres lo adoran. Vivió incontables romances hasta que llegó el amor de su vida, Beatrice Hastings. Aunque habrá más mujeres… Nada se podía hacer con un artista alcohólico y polígamo.
Con la última, Jeanne Hébuterne, tendría una hija que no llegaría casi a conocer. Murió de meningitis tuberculosa tras pelearse con unos pandilla de delincuentes juveniles. Su mujer, se suicidaría embarazada de su segunda hija. La niña es adoptada por la hermana del artista, que vivía en Florencia.