La hechicera envenena el agua de su odiada rival.

Galatea intenta escapar como puede de las flechas del amor carnal. Lo suyo es el rollo platónico.

Esta mujer pulpo quizás represente los miedos de Dalí ante la mujer.

Cánova respondió con esta violenta escultura a quien lo calificaba de demasiado suave y elegante.

Académico, tradicional, beligerante, soberbio... ¡Pero que bien pintaba Bouguereau...!

Tras una orgía, las ménades duermen exhaustas.

No es el de Goya el único padre caníbal del Museo del Prado.

Un verdadero horror vacui de cupidos, como si fueran los pájaros de Hitchcock.

Correggio nos muestra uno de los disfraces de Júpiter para practicar sexo.

Las ondinas eran ninfas acuáticas de espectacular belleza que habitaban en los lagos, ríos, estanques o fuentes.

El dios del vino baja a la tierra para hacer un botellón con nosotros.

Retrato de Narciso, el vanidoso joven enamorado de sí mismo que muere ahogado, pero es convertido en una flor.

Con la excusa de la mitología romana, la genial artista representa al amor como un engaño.

Visión de Delacroix del crimen de Medea.

Cupido en el baile de disfraces observa a la próxima víctima de sus flechas.

Mercurio se mantiene en equilibrio sobre los dedos de un pie.

El simbolista alemán ilustra el concepto de disonancia a la perfección.

Dice la leyenda: “La llamada del mar hace que las hembras merrow abandonen a los hijos que tuvieron con humanos”. La sirena de Collier ilustra ese momento.

Waterhouse nos alerta muy estéticamente sobre amarnos demasiado a nosotros mismos.

Una sirena, pero no como siempre la imaginamos.

Erotismo y mitología en la Francia rococó.

Bouguereau se pone clásico para este desnudo.

Uno de los besos más famosos de la historia del arte.

Waterhouse nos avisa de los peligros de la belleza.